Tendemos a ganar peso, salvo enfermedad, porque nuestro gasto calórico es menor que el aporte que realizamos con la comida, y esto se debe a dos principales factores: comemos más y/o nos movemos menos.
La sociedad occidental es muchísimo más sedentaria que hace 100 años, pero los estómagos son del mismo tamaño y el ansia por comer no es menor ahora, que cuando quemábamos miles de calorías por los trabajos que requerían actividad física.